La cabeza me da vueltas, abro
lentamente los ojos y descubro que está anocheciendo. No sé exactamente cuántas
horas, días o incluso semanas he estado inconsciente. Al incorporarme noto un
dolorcillo en la pierna y recuerdo lo sucedido, asustado, me dispongo a avanzar
pero echo en falta algo…
Las mochilas
han desaparecido, sólo tengo el manojo de cuchillos atado en el cinturón… Me
levanto para ver si se me han caído por allí cerca, avanzo sigilosamente y doy
con un claro, en medio de este encuentro el contenedor de comida arrojado por
el suelo. Me acerco para ver si aún le queda algo pero está completamente
vacío, el ladrón se lo ha llevado todo.
En ese
momento, siento temor pero supongo que el ladrón habrá desaparecido lo antes
posible, ya que podría haberme despertado en cualquier momento. Sin embargo,
estoy equivocado.
Detrás de
uno de los árboles que me rodean observo un destello esmeralda, me acerco al
chico para ver si puedo negociar con él, mi apetito es más fuerte que el miedo.
El muchacho
se asusta y empieza a correr, cada vez se va alejando más y más, y con él la
comida que me garantizaba la supervivencia en este entorno hostil. A pesar de
mis gritos no se detiene, le digo que vengo en son de paz pero ya es demasiado
tarde.
Se oye un
sonido agudo, como cuando se rompe un plato. El chico ha tropezado con una rama
y se ha dado de bruces contra el suelo, el impacto de la caída ha sido tan
intenso que ha provocado la destrucción de gran parte de sus huesos de cristal,
y entre ellos las costillas que protegían su corazón.