No sé cuánto tiempo habré pasado inconsciente, pero
ha merecido la pena por haber podido sustentar mi estómago después. Me siento
lo suficientemente pesado como para trepar a un árbol y esa noche la pasaré en
el húmedo suelo.
Viene a mi cabeza uno de esos sabios consejos de
Rose y una sonrisa maliciosa se dibuja en mi rostro, los árboles no son los
únicos lugares para pasar la noche, así que decido quitarme toda la ropa (si a
esos harapos infecciosos se les puede llamar así).
Comienzo a untar todo mi cuerpo con barro de la
charca y una sensación de alivio me recorre la espalda, los picores ocasionados
por insectos, plantas… están empezando a menguar. Tras finalizar tal
reconfortable tarea, sin ningún pudor a pesar de que ahora mismo en las
pantallas de todo Panem puede estar reflejada mi imagen. Recojo algunas hojas secas y algunos juncos y los
voy adhiriendo a mi cuerpo hasta dejarlo totalmente cubierto, seguidamente me
tumbo en el frío suelo y me mimetizo con la naturaleza.
Duermo plácidamente hasta que en pleno crepúsculo un
estridente cañonazo me sobresalta, unos minutos después suena el himno. La
única imagen proyectada en el cielo es la del chico del distrito 4, causa del
reciente cañonazo, me vuelvo a dormir de nuevo pero, esta vez, con el rostro
infantil de mirada inocente en mi mente.
Me acuerdo de Casia y de la reciente muerte de mi
compañera Lucy.