martes, 31 de marzo de 2015

Capítulo 27



No sé cuánto tiempo habré pasado inconsciente, pero ha merecido la pena por haber podido sustentar mi estómago después. Me siento lo suficientemente pesado como para trepar a un árbol y esa noche la pasaré en el húmedo suelo.

Viene a mi cabeza uno de esos sabios consejos de Rose y una sonrisa maliciosa se dibuja en mi rostro, los árboles no son los únicos lugares para pasar la noche, así que decido quitarme toda la ropa (si a esos harapos infecciosos se les puede llamar así).

Comienzo a untar todo mi cuerpo con barro de la charca y una sensación de alivio me recorre la espalda, los picores ocasionados por insectos, plantas… están empezando a menguar. Tras finalizar tal reconfortable tarea, sin ningún pudor a pesar de que ahora mismo en las pantallas de todo Panem puede estar reflejada mi imagen. Recojo algunas hojas secas y algunos juncos y los voy adhiriendo a mi cuerpo hasta dejarlo totalmente cubierto, seguidamente me tumbo en el frío suelo y me mimetizo con la naturaleza.

Duermo plácidamente hasta que en pleno crepúsculo un estridente cañonazo me sobresalta, unos minutos después suena el himno. La única imagen proyectada en el cielo es la del chico del distrito 4, causa del reciente cañonazo, me vuelvo a dormir de nuevo pero, esta vez, con el rostro infantil de mirada inocente en mi mente.

Me acuerdo de Casia y de la reciente muerte de mi compañera Lucy.

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