Me coloco un pantalón y
una camisa que había en un cajón, me está un poco ancha pero sólo
la llevaré durante el desayuno. Me abrocho los botones de la camisa
y recuerdo algo...
Cojo la nota que me dio
Rose, que yo mismo escribí hace siete años un día de cosecha, y la
introduzco en la bolsita que cuelga de mi cuello y se adhiere a mi
pecho, junto con la foto de mi familia.
Ya estoy listo para
partir, voy a la cocina y aunque los nervios me invaden el estómago,
me dispongo a coger unas galletitas de cereales. Su sabor es áspero
y nada tiene que ver con las que hacía mi abuela en casa con el
trigo que recogíamos Casia y yo tras la alambrada.
Me las acabo y, en ese
instante entra Clauddette en la sala con el resto de tributos.
-Vaya querido, veo que has
madrugado.-dice llena de júbilo- Hoy es el gran día, tenemos prisa,
así que desayunad rápido aunque eso sí, disfrutando el que tal vez
será vuestro último desayuno- dice sonriendo sarcásticamente.-
Los chicos se sientan en
la mesa pero ninguno toma gran cantidad, en ese momento no puedo
mirar a Maysilee a los ojos, no después de lo de anoche, además que
poco importa ya, porque en cuestión de horas estaremos luchando a
muerte.
Terminamos y nos conducen
a la terraza, donde hay dos aerodeslizadores y Bleey está allí
esperando, se introduce en uno de ellos junto a las chicas y
Claudette, Lenny y yo nos metemos en el otro.
Durante el paseo al
estadio, me dedico a ordenar ideas en mi cabeza, y llego a la
conclusión de que en lo que debo pensar es en el baño de sangre de
la Cornucopia, y llego a la conclusión de que lo que debo hacer es
concentrarme en salir corriendo en cuando suene el gong, cada segundo
cuenta, y dirigirme a coger cuchillos y sobre todo una mochila con
provisiones, más importante que los contenedores de comida, que
acabarán en las garras de los profesionales.
Mientras estoy absorto en
mis pensamientos, un avox llega para introducirnos el dispositivo de
localización con una gran aguja. Comienza por la tributo del
distrito 7, que ahoga un grito. En el otro lado del aerodeslizador,
se oye la risa demoniaca de Anelem.
Llega mi turno, y aunque
me duele bastante, no lo noto ya que tengo cosas mejores de las que
preocuparme...